La Docencia y las Herramientas Digitales

Por: historiachiquita
20 octubre, 2020
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Blog

Inicié mi carrera docente en el 2016 y siempre tengo como referencia para dar clases, a mis grandes profesores de preparatoria y de la universidad. De hecho, una de ellas me inspiró para estudiar la licenciatura en Historia. Todos ellos coincidían en algo brillante: daban sus cátedras como si se lo hubieran aprendido de memoria. Siempre los admiré por poseer tanta información en su cerebro. Con el paso de los años, me di cuenta de que esa vida como estudiante en donde te sentabas a escuchar, callar, apuntar y nunca, pero NUNCA a cuestionar al maestro -además de que no interactuabas con redes ni con Internet- era lo que le sigue de aburrida. ¿Cómo era posible que no se pudieran utilizar herramientas educativas con la gente joven?

Por lo menos en mi escuela había un punto importante que se utilizaba como justificación: la mayoría de mis docentes eran adultos mayores y los demás, simplemente no tenían ganas de experimentar con nuevas tecnologías. Lo peor es que ninguno de nosotros como alumnos se atrevió a decir que algo faltaba en esas clases, que no era suficiente con el gis y el pizarrón. ¿O me equivoco?

Creo también que el cambio en la forma de impartir clases y de convivir con nuestros alumnos comenzó a modificarse a partir del 2015. Por lo menos, así lo percibí yo cuando por fin me decidí a hacer mi servicio social con la gran idea de cumplir mis 480 horas en una escuela privada. Cuando me tocó hacer mi primera práctica, iba “muy preparada” con mi librito de Historia Universal para dar clase en 2.º de secundaria . Al entrar al salón, me sentí estúpida, aburrida y no entendía por qué. Por supuesto que salí decepcionada de mi clase, de mis conocimientos y de mi capacidad como docente en formación. Pensé que había fracasado y que nunca iba a saber cómo dar una buena clase. Reflexioné y le di mil vueltas hasta que me dije: “Fernanda, ¿por qué los métodos de tus maestros no funcionan si a ti te sirvieron de maravilla?”.

Hubo algo que me hizo clic al instante: eran sistemas viejos, oxidados y nada extraordinarios. Esos niños, sentados en sus bancas, no eran los mismos alumnos como mis compañeros de clase que yo recordaba . Mucho menos me identificaba con ellos, a pesar de que habían pasado menos de 10 años desde que yo estaba en su lugar, como espectadora, esponja absorbente de conocimientos. Estos niños son más despiertos, más retadores frente a la información que se les proporciona, hacen preguntas que en mi vida me hubieran pasado por la cabeza y tienen un chip integrado para poder hacer uso de cualquier recurso digital.

Después de mucho meditar, tomar nota, actualizarme y tratar de resolver mi conflicto interno como “maestra fracasada”, me di cuenta de algo maravilloso de lo que no había echado mano y que era tan fácil como aprender a dibujar: el Internet y sus herramientas didácticas. Estaban ahí y esperaban pacientemente a que se me prendiera el foco y decidiera utilizarlas; básicas, simples, e increíbles para hacer clases divertidas, para abrir foros de debate entre los alumnos (porque, déjenme decirles que estos niños tienen ganas de expresar sus ideas todo el tiempo). Para crear presentaciones que no solo fueran la PPT de siempre, llena de textos aburridísimos e ilegibles que con solo verlos te daban ganas de hacerte bolita en la banca y dormirte.

Descubrí plataformas para hacer más dinámicas mis clases. Tampoco voy a decir que todas las que probé fueron una maravilla y que me sirvieron, porque mentiría. Creo que cada una de ellas está diseñada no solo para los perfiles de las materias que impartimos – yo enseño historia universal, historia de México e historia de la cultura; me volvería loca si no tuviera un apoyo digital- , sino también para los gustos y necesidades de cada uno de nosotros. Y lo más hermoso es que pueden ser utilizadas de acuerdo con el grado escolar.

Además, ¿por qué no aprovecharlas cuando muchas de ellas son gratis? De verdad, son un aliviane total para las clases. La primera vez que las probé, tuve un miedo terrible de equivocarme o hacer de mi clase algo “teto”. Y al revés, tuve un resultado súper positivo. Mis alumnos se mostraron muy interesados, interactuaban más conmigo; pretendían que no sabían cómo manejar las aplicaciones, pero al final ellos me terminaban enseñando trucos para usarlas.

Les emociona cada vez que propongo jugar con ellas, especialmente con Kahoot! o Quizizz. Y no solo ellos se distraen, sino que a mí me funcionan para evaluar y diagnosticar las fallas en su aprendizaje. Es enriquecedor, es diferente, es fresco, es nuevo y es ACTUAL, ¡PUNTO!

No sé quién dijo que los maestros no debemos estar en constante crecimiento, evaluación, actualización y formación, pero, sobre todo, EVOLUCIÓN. De verdad, veo a muchos profesores ir con una pereza inmensa a los cursos sobre plataformas educativas digitales, lo que me da pena porque eso quiere decir que han perdido total interés en su profesión y vocación. No se han dado cuenta de que las generaciones cambiamos constantemente y que diferimos unas de otras, que lo que usamos con algunos grupos no siempre funciona con los demás y es una constante obligación el tener que estar al 100% en todo lo que sucede en el mundo digital y global. “La educación es como la materia: no se crea ni se destruye, solo se transforma”.

Por otro lado, considero que las instituciones educativas deben prestar más atención a esta creciente necesidad de formar parte de y educar para el mundo digital. Muchas, como en la escuela donde trabajo, sí poseen y proporcionan cursos y plataformas para hacer de nuestras clases algo divertido y actual (Dan Gerson, si algún día lees esto, estoy eternamente agradecida contigo por tenerme una paciencia infinita para explicarme el uso de estas maravillas). Estas herramientas nos permiten sumergirnos en el mundo de nuestros alumnos y ellos se sienten “empoderados” cuando se les permite hacer uso de estas.

No miento, les gusta ser independientes, creativos y poseedores de la información. Además, he comprobado que la relación maestro-alumno se perfecciona con estos recursos porque la comunicación y la empatía son mil veces mejor que los arcaicos papelitos y la pluma. Que no dejan de ser necesarios, lo admito. A mí me encanta seguir escribiendo en mis libretas y no lo cambiaría por nada. Sin embargo, sí considero que estas tecnologías generan más empatía, que es lo más importante para un docente porque los alumnos son el motor de nuestro trabajo. Es importante recordar que nuestra profesión tiende a la extinción y que sin la actualización y sin la ayuda de los medios digitales terminaremos siendo obsoletos. Porque, así como los alumnos se irán transformando generación tras generación, nosotros también debemos hacerlo. En un futuro podríamos convertirnos en simples guías de la educación y debemos estar preparados para ello.

Por último, no quiero que todo lo anterior se entienda como un menosprecio a la forma de dar clase de aquellos maestros de los que hablé al inicio; los admiro muchísimo y ellos han sido un punto de referencia para mí en más de una ocasión. Y por supuesto, yo sigo pidiendo que mis alumnos tomen apuntes y que me escuchen sin echar relajo, porque me interesa que todos presten atención a mi clase (creo que eso es una característica de la vocación docente: tener el control y atención de sus alumnos durante el periodo de aprendizaje). Solo propongo que modifiquemos y actualicemos nuestra forma de enseñar y que compartamos nuestro conocimiento porque justo ahora, cuando todo mundo está al borde del colapso nos damos cuenta del poder benéfico de la tecnología, de la magia de comunicarnos y de enseñar de manera digital. Verán que ellos aprenderán mucho, ya que les estamos dando lo que tanto nos piden a gritos: LIBERTAD Y GLOBALIZACIÓN.

Y como recomendación, les dejo las herramientas digitales que a mí me han funcionado en clase:

  • NEOlms
  • Kahoot!
  • Piktochart
  • Pixton
  • Genial.ly
  • Quizizz
  • Google Drive
  • Ted-Ed
  • Academia Play
  • Podcast: Historia Chiquita
  • Edu Clipper
  • Think Link
Foto de noviembre 2018